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Vale, decido elaborar la mejor leche de almendras del mercado. La de más calidad, la más honesta. Pero, ¿eso como se hace? ¿por donde se empieza? Pues lo lógico y que me pasó a mi, uno pasa un tiempo “rumiando” la idea, madurándola, dándole forma en la cabeza. Sobre todo, porque yo venía del mundo del automóvil, no del mundo de la alimentación. 

Hace no mucho, tuve la oportunidad, gracia a mi mujer, de asistir a una conferencia en directo de Marian Rojas, que es una súper reputada psiquiatra, excepcional comunicadora y parece, grandísima ser humano. En la misma, Marian vino a decir que nuestro cerebro nos hace ver y nos pone delante lo que, según nuestros anhelos y necesidades, en ese momento queremos ver. Supongo que esto es lo que pasó. Porque en ese proceso de maduración de ideas, realicé un viaje a San Francisco, por motivos totalmente ajenos a la idea de la nueva empresa, la cual en ese momento en mi cabeza, no tenía ni nombre. 

Bien, pues la providencia quiso que en aquel viaje, por alguna razón, los precios de los hoteles estuviesen todavía mucho más caros de lo que ya es habitual en la ciudad californiana, así que decidí alquilar un apartamento a través de alguna plataforma digital, cuyo nombre todos intuimos. Claro, al estar en un apartamento para una semana, solo, lo primero que hice fue ir al supermercado y el que más cerca tenía de mi nuevo hogar para esa semana, resultó tener una gran variedad de leches de almendra, en formatos muy atractivos y a precios nada populares. Mis ojos no daban abasto a procesar todo lo que allí había y mis sentimientos no daban crédito. Tenía ante mi la materialización física de lo que tenía en mente. Compré todas las marcas, todas las versiones de cada una de ellas. Me pasé el resto de mi semana en San Francisco pasando a otros supermercados, buscando nuevas marcas (que encontré). Probé todas y casi todas me parecieron de una calidad muy superior a lo que había en España, realmente aceptables para lo que buscaba, tanto en cuanto a sabor como a la formulación de sus ingredientes. No tengo problema alguno en citarlas, al contrario: fueron un espaldarazo para mi idea, además de fuente de inspiración. Pop & Bottle, Three Trees, Rebbl, New Barn, Malk, Califia Farms, Forager, Rebel, Koia…  Tenía una idea y sin quererlo, había aterrizado en el centro del universo de la misma. 

Volví a España con la idea mucho más consolidada, pues había visto y tocado como eran esas versiones. Pensé que, como casi siempre ocurre, lo que comienza en Estados Unidos acaba extendiéndose a Europa. 

Así fue como abrí dos vías de investigación en paralelo:

Por un lado, realicé varios estudios de mercado sobre el consumo de bebidas vegetales en general y de almendra en particular en el mundo, Europa y España. Saqué en conclusión que había una demanda claramente al alza de bebidas vegetales en detrimento de las leches tradicionales, por varios motivos: intolerancias a lactosa y proteínas animales, razones medio ambientales y de protección de los animales, tipo de alimentación (vegana, keto…), moda, diversidad de opciones, etc… Pero el incremento de la demanda mundial de bebidas vegetales estaba siendo más fuerte en Estados Unidos, seguido por Europa. Y dentro de Europa, el mayor consumo y crecimiento de la demanda estaba ocurriendo en Reino Unido y los países del norte, viendo un crecimiento más pausado en los países mediterráneos. La conclusión de este estudio fue que, si iba a hacer una leche de almendra de calidad Premium, me interesaba venderla en Reino Unido y los países del norte de Europa, más que en España, por demanda y por capacidad adquisitiva de un producto Premium. 

En segundo lugar, conocí a Fernando (ya hablaremos más de él), que estaba terminando Ingeniería Agronómica y quería hacer un máster en tecnología de los alimentos. Junto a él, comencé a hablar con el Departamento de Tecnología de los Alimentos de la Universidad Politécnica de Valencia para hacer un proyecto, con Fernando como becario, para formular la leche de almendras de más calidad posible. El proyecto concluyó que la formulación ideal, igualable pero no mejorable desde un punto de vista de propiedades organolépticas, nutricionales y de naturalidad de los ingredientes era la que usamos: 14% de almendra y un poco de dátil. Hicimos varios lotes y tras varios ajustes del proceso de elaboración, conseguimos un producto incluso mejor que aquellos que había probado en Estados Unidos. 

Y así es como tenía un plan (hacer leche de almendra Premium para los países del norte de Europa) y un producto formulado. Estábamos listos, ¿verdad? Pues no…

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