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¿Qué es Base Mill?

Hola, antes de nada, dejad que me presente. Mi nombre es Juan Diego Navalón y soy el fundador de Base Mill. Tengo 43 años (nací en 1979), estudié Ingeniería Industrial (esto lo digo porque será relevante para explicar algunas de las cosas que nos traen aquí) aunque nunca ejercí de ingeniero. Además, dicen que soy algo hiperactivo, aunque yo personalmente no estoy seguro de ello, pues ser como soy es como entiendo la normalidad en mis días. Y estoy aquí para contaros cómo y por qué nuestra nueva marca, Base Mill, existe.

Base Mill es una idea y necesidad personal materializada en forma de empresa de alimentación, orientada a un público que anhela alimentos naturales, saludables, artesanales, ecológicos, sabrosos, reales y respetuosos con su cuerpo, mente y medio ambiente. Orientada también a unos clientes cansados de la inmediatez, impersonalidad y desnaturalización a la que nos empuja la sociedad actual.

Pero, ¿por qué se crea Base Mill?

Creo que toda empresa nace, a partir de que su fundador(es) detecta una necesidad por cubrir o un problema que solucionar. Para encontrar la razón de ser de Base Mill, hay que remontarse algunos años, antes de la creación de la empresa. En nuestro perfil, historia o trayectoria vital, usamos este pequeño texto escrito por mi como resumen:

“Trabajando en el mundo de las corporaciones ajenas a las necesidades básicas humanas, corriendo hacia ningún lado, guerreando batallas de egos y sometido a presiones insoportables, enfermé por aceptar que mi auténtica personalidad y mi alma fuesen ahogadas y secuestradas. Desperté y abandoné ese mundo para iniciar un viaje sanador hacia mi interior, para encontrarme a mí mismo. Y una alimentación y estilo de vida saludables fueron el punto de inflexión para llegar a tal fin.

Entendí que hay muchas personas conscientes de esas necesidades y que demandan alimentos y un estilo de vida que no siempre son fáciles de encontrar en esta sociedad. Así que decidí crear Base Mill para, a partir de esta marca, poner un granito de arena en la búsqueda que esas personas acometen diariamente para encontrar los alimentos e instantes de quietud que anhelan”.

Efectivamente, hace unos años tuve un burnout. Trabajando en una empresa y tras años de gran estrés físico, intelectual y emocional, caí. No merece la pena ni viene a cuento contar por qué se llegó ahí, lo importante es que ocurrió. Al principio empecé a tener varios problemas que, aislados, no significaban nada: varios episodios de psoriasis, un año en el que enfermé 10 veces de amigdalitis, agotamiento físico ya desde la mañana.

Luego, al no parar ni hacer nada al respecto, los síntomas fueron a más: desgana para conectarme a las conferencias telefónicas, incapacidad de mantener la atención más de 10 minutos en una reunión o conversación, aversión a contestar al teléfono, apatía para hablar incluso con amigos, faltar a citas con ellos sin siquiera tener energía avisar que no iba a ir, cinismo y “pasotismo” hacia todo lo que ocurría a mi alrededor o en el mundo, ansiedad y ataques de ira sin razón alguna que lo mereciese.

Finalmente, la gota que colmó el vaso, fue darme cuenta (parece una tontería, pero así fue) que era incapaz de elegir por las mañanas qué ropa ponerme. Lo que empezó siendo una indecisión resuelta más o menos rápida, acabó ocasionando que llegase a trabajar 2, 3 y hasta 4 horas tarde por las mañanas. Para finalmente, ponerme la ropa que había usado el día anterior, para no tener que elegir.

Con todo, no fui yo quien se dio cuenta de mi problema, sino mi familia. Cuando uno está ahí, no es consciente de sí mismo ni de su situación. Son los que están “fuera” pero cerca y que te quieren, los que ven el comportamiento anómalo y te paran. Me obligaron, en contra de mi voluntad, a ir al médico de cabecera, que me derivó a un psiquiatra. Por suerte, este doctor no era un “pastillero” y me derivó a una psicóloga sin recetarme nada. Necesitaba terapia y paz, según me dijo.

Y así fue cómo paré. Tomé una baja laboral, por cierto, por ansiedad, porque no existe la baja por burnout, cosa que sí existe en otros países de nuestro entorno. Pasé unas semanas de baja, en paz y bajo terapia, y empecé a tener las cosas más claras (o eso creía por entonces). Pero estaba muy susceptible y sensible a todo lo que tenía que ver con la causa que me había provocado esa enfermedad. Tal fue así que en un momento dado, me llamaron de la mutua laboral para revisar mi estado (de ansiedad). Solo imaginarme tener que volver al ámbito de la empresa, aunque fuese solo para una consulta médica y volver a explicar el problema que me llevó allí, me estresó de nuevo de tal manera que casi vuelvo a la casilla de salida. Con el hilo de claridad que, sin embargo, todavía fui capaz de mantener, tuve una visión clara: no quería saber nada de aquella empresa, de aquel estilo de vida anterior. Tuve la sensación de que era volver a ahogarme, a enterrar mi alma en vida. Y en vez de ir a la consulta de la mutua, me armé de valor y decidí ir directamente a la empresa a pedir la baja laboral definitiva.

Este es el episodio del que, sin saberlo entonces, se pone la primera piedra en la fundación de Base Mill.

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El origen: Base Mill